Compartimos la opinión de Rodrigo Núñez bajo el título “Reflexionar y accionar en la escuela”.

“Es posible y se puede reflexionar con los niños sobre los problemas de la vida cotidiana que tanto nos inquietan.

Por lo tanto, los adultos debemos ser ejemplo y reflejo de la interactividad, para que los niños se sientan escuchados e incluidos de las reuniones.

Al tenerlos en cuenta pasamos a otra dimensión, donde el diálogo adecuado, el respeto y la escucha permanente se interiorizan en nuestras vidas. De manera que nos ayuda a conocer nuestros logros y, además, los errores que cometemos.

Entonces cuando logramos resultados positivos en los niños, también, nuestro ambiente se pacifica y se ordena.

El cual, la voluntad de hacer comienza a salir de cada uno de ellos, sin que nadie les imponga.

Desmostrándose un alta autoestima en sus potenciales para construir en ese espacio físico en el que aprenden amar y cuidar.

Por consiguiente, cuando se hacen las cosas con amor no hay dudas que la relación con los demás mejoran, ya sea, en el diálogo, en compartir, en la honestidad, la confianza. Siendo valores que cambian la manera de pensar y comprender.

También, se observa el trato agradable con el maestro, los modales y la sonrisa que se van logrando a medida que la razón y el sentir tienen lógica en la vida de los chicos.

Sin embargo, los cambios se pueden llevar a cabo si los docentes trabajan la imaginación, la creatividad, el pensamiento, la afectividad y el espíritu constructivo.

Brindándoles la libertad de que cada uno se conozca asi mismo y a los demás; con el fin de que tengan objetivos comunes para solucionar los problemas cotidianos. El cual, el maestro es un guía que construye para que los alumnos conozcan sus potenciales y puedan mantener sus metas.