Los economistas no solemos ser muy originales a la hora de hablar de las causas del crecimiento económico. Es de cajón que la inversión es la causa inmediata por la que una economía crece. Y la inversión puede ser nacional, si existió en el país el ahorro previo y un sistema financiero que la canalice, o exterior, vale decir, ahorro de extranjeros que se invierte en el país. La discriminación entre una y otra afortunadamente parece ser cosa del pasado, porque lo fundamental es que la tasa de inversión sea alta porque si no es imposible sostener tasas de crecimiento decentes a largo plazo.

Ahora bien, ¿Porqué hay países que tienen tasas de inversión más altas que otros? En breve, porque algunos tienen políticas económicas que fomentan la inversión, tienen instituciones que las alientan y tienen una cultura que hace posible su desarrollo, y otros no. Más breve, hay inversión si el gobierno no hace macanas, las reglas de juego son estables y el país es confiable. Cuando el gobierno no maneja la macroeconomía con seriedad daña la inversión. Cuando le pone un impuesto a una inversión después de realizada desalienta nuevas inversiones. Si los inversores desconfían de que pueda pasar en el futuro estamos en el horno.

¿Cómo están percibiendo los empresarios el desempeño del gobierno y de la economía? La respuesta, según una encuesta reciente de la Consultora Deloitte sobre expectativas acerca del futuro de la economía y el desempeño del gobierno, es que vamos de mal en peor. Mientras que en agosto de 2010 el gobierno tenía un 54% de aprobación, en marzo del presente año había bajado a 31% y en setiembre se hundió al 15%. Mientras tanto, en el año pasado sólo el 2% de los empresarios pensaban que la economía estaba peor que el año anterior, mientras que ahora lo piensa un 28%.  Es claro entonces que la opinión de quienes deciden las inversiones se ha deteriorado mucho y muy rápido. La pregunta es ¿por qué?

No hay que ser muy intuitivo. La falta de rumbo del gobierno, el zigzagueo permanente, las discusiones sobre el sistema tributario y los cambios en las “reglas de juego” de las que se quejó incluso el Vicepresidente Astori han cansado a los empresarios y han afectado el cima para la inversión. Y es que los empresarios tienen todo el derecho del mundo a sentirse engañados. El Presidente Mujica en dos, ¡dos!, discursos en el Hotel Conrad con un año de diferencia llamó a los empresarios extranjeros no sólo a invertir sino a vivir a Uruguay y acto seguido ¡les puso impuestos a los que vinieron a vivir y después a las inversiones! Los jubilados extranjeros ahora pagan impuestos,  antes no. Y ahora va a meter un impuesto a la tierra que afecta inversiones de larga maduración, lo que desincentiva inversiones serias y fomenta la especulación. Para quedar bien con “la barra” Mujica se timbea el futuro del país. Una de cal y una de arena para mantener los equilibrios dentro del Frente, mientras el que sale jodido es el país.

Mientras la economía internacional entra en una fase recesiva el Uruguay la macanea espantando inversiones con decisiones notoriamente contraproducentes. No sólo se desaprovechó la bonanza para hacer alguna reforma que asegurara la continuidad del crecimiento, sino que, además, ahora corremos inversiones. Me animo a arriesgar que en la próxima encuesta ningún empresario va a aprobar la gestión del actual gobierno. Y que pronto todos los uruguayos van a sufrir lo serios yerros del Presidente y sus equipos económicos. Lo que han hecho con la mayor prosperidad económica desde la década del cuarenta del siglo XX no tiene perdón de Dios. Y, lamentablemente, parece que lo peor está por venir”.