En el marco del programa de responsabilidad social llevado adelante por la Mutualista Círculo Católico, el Martes 8 de noviembre se inicia en la Ciudad de San Ramón (Canelones) la campaña denominada “Prevención, de Corazón”. Bajo este lema las autoridades de la Mutualista se comprometen a entregar en cada uno de sus centros de atención un desfibrilador externo automático de última generación y diverso equipamiento técnico de avanzada.

La campaña tiene además como objetivo la capacitación por medio de entrenadores especializados, a más de 1100 personas en reanimación cardiopulmonar y uso de los equipos, entre las cuales no solo se encuentran los funcionarios, sino también habitantes de cada localidad. La idea, según el Presidente de la Institución, Daniel López Villalba, «es poner los desfibriladores  a disposición de la comunidad en general, cumplimos un fin social que va más allá de nuestros afiliados, es un compromiso de responsabilidad con la sociedad toda».

Al finalizar la campaña el Círculo Católico habrá entregado más de 40 desfibriladores, una campaña inédita enmarada en la ley 18360  que disponía la instalación de un DEA en establecimientos públicos o privados con gran afluencia de público. Modernización, capacitación y prevención son los pilares de la estrategia que el Círculo Católico lleva adelante en todos sus locales.

Un paro cardíaco es completamente impredecible, puede ocurrir a cualquier persona, independientemente de su condición física y edad. Tan solo en Uruguay provoca aproximadamente 5000 muertes por año.

El desfibrilador es un resucitador portátil que restituye el ritmo normal del corazón en casos de paro cardíaco. El mismo no sustituye a las emergencias móviles sino por el contrario, complementan ese servicio.

En casos de paro cardíaco, el tiempo de reacción es un factor crítico para la supervivencia de la víctima.

Cada minuto que pasa luego del colapso, reduce las probabilidades de supervivencia de 7 a 10 % por lo que la desfibrilación, para ser efectiva, debe ser efectiva, debe ser administrada en los primeros minutos posteriores al colapso.

En Estados Unidos se estima que cuando no se cuenta con un desfibrilador, el tiempo que se tarda en reanimar a la víctima es de 11 minutos. Por el contrario, cuando sí hay uno, el tiempo se reduce a 5 minutos, lo que aumenta significativamente la probabilidad de supervivencia.