Compartimos la columna del domingo 19 de agosto bajo el título “¿Nos importa si mienten?”.

“En un reciente artículo publicado en la revista The New Yorker, la columnista Amy Davidson analiza la campaña electoral norteamericana y las disputas entre Barack Obama y Mitt Romney.

El título de la nota es removedor y anticipa el tema: “¿Nos importa si los políticos mienten?”

Acto seguido analiza afirmaciones y avisos de la campaña en la que notoriamente a partir de un hecho, que puede ser verdadero o tiene la apariencia de serlo, se hacen afirmaciones falsas.

Ello se logra dejando de lado todos los hechos o reduciendo el análisis a titulares que resumen mal una situación.

La pregunta del New Yorker es extensible a nuestro Uruguay.

¿Importa realmente si nos mienten los políticos?

Tomemos algunos ejemplos recientes.

“No existen problemas de inseguridad, se trata de una sensación térmica” nos dijeron mientras los índices de inseguridad crecían y crecían.

“Somos el país menos violento de la región” nos repitieron mientras exhibían un informe del BID que no incluía a Chile, Argentina y Brasil.

“Debemos cerrar Pluna porque existe un riesgo de condena por 3500 millones de dólares al Estado Uruguayo en Brasil” afirmaron mientras modificaban la ley vigente para proteger los malos créditos dados por el Estado y perjudicar a los inversores privados.

“Estamos haciendo un gran negocio con PDVSA en el que el país se ahorra 200 millones de dólares” fue la frase de esta semana. En realidad no es ni bueno ni malo ni gran negocio: cancelan un crédito por el que se pagaba 2% de interés y para hacerlo toman uno nuevo al 7%.

“Hemos abatido la pobreza y la indigencia” insisten mientras dan un subsidio a cien mil uruguayos justamente por estar en esa situación.

“Debemos analizar la viabilidad de los niños por nacer” sostienen al enterarse del aumento de la mortalidad infantil en el país.

Todas estas frases, estas afirmaciones que tocan los temas tangencialmente o que son repetidas como justificaciones, en definitiva caen en lo que se señala en el artículo del The New Yorker: son mentiras a medias, las peores.

Obvio que la inseguridad se siente, pero es más que una percepción, es una realidad que nos golpea día a día.

Es cierto que existía un proceso judicial en el Brasil contra el Estado Uruguayo por Pluna. Pero existía desde el año 2002 y era conocido por el Gobierno desde el 2005.

Es cierto que se abatió la pobreza y la indigencia. Pero se mantienen en la misma 100 mil uruguayos y por ello hace cuatro años que reciben subsidios y no se les ha conseguido trabajo.

En definitiva esto que se hace no es otra cosa que lo que Milan Kundera llamaba “la reducción del análisis”.

Se reduce una situación compleja a una frase que deja fuera los aspectos del mismo que no convienen.

En definitiva es una forma de mentira.

El problema es que no nos acostumbremos a tolerarla o lo peor que nos deje de importar que nos mientan”.