Un encuentro deportivo, debe ser eso: un encuentro de integración y confraternidad. El deporte está llamado a tender esos puentes sociales entre los deportistas y las parcialidades. Pero, como este fenómeno cultural forma parte del mundo y, éste, está muy violento. Y como nuestro país, está inmerso en él, se ve agobiado por el azote de la violencia.

¿Cuál es la causa de la violencia? Yo creo que no hay una sola, sino un conjunto de ellas: unas fisiológicas o patológicas, otras emergentes del tráfico de las relaciones sociales, y las hay que son, adquiridas por obra del consumo indebido o excesivo de estupefacientes (el alcohol, integra la nómina).

En fin, este proemio viene a colación de lo vivido en la jornada del pasado domingo 19, en el Estadio Eduardo Martínez Monegal durante el decurso de un partido entre el C.A. JUANICÓ y el DARLING A. C. en el marco de la 4° fecha del Torneo de Clubes de OFI, cotejo que, en la cancha se disfrutaba con total normalidad; mas, en determinado momento fuera del “recinto verde” invade en el sector de la parcialidad del locatario (Juanicó) –más precisamente en el tramo final del segundo tiempo- un individuo no sólo desalineado, sino lo hacía desvistiéndose el torso y gritando hacia la parcialidad rojinegra. Con ese ánimo exaltado –tanto como su rostro furibundo- se acerca al tejido perimetral donde lucían colgadas sendas banderas del C.A. JUANICÓ y ante el abucheo generalizado de la parcialidad “invadida”, el provocador (otro adjetivo no le cabe al sujeto) se apresta a colocar una bandera del Darling en ese sector.

En ese instante, otro integrante del público, en este caso de Juanicó, cuya estampa pintoresca estaba notoriamente adornada por un estado etílico indisimulable choca verbalmente con el invasor que, en la apariencia, su voluntad estaría enajenada por alguna especie de estupefaciente más agresivo que el alcohol, su comportamiento pudo dar crédito de ello. En un momento dado, un puñado de “bravíos” hinchas del Darling, como tropel invadieron este pacífico sector. El espectáculo fuera de la cancha, no era el mejor.

La cosa es que entre apartados y apartadores hacia una de las esquinas del lado suroeste del Estadio, de repente se aprecia al alcoholizado en el suelo, desvanecido; el otro, como por arte de magia, apareció a no menos de 30 metros del lugar.

Inmediatamente, a las 16.51 hs (aprox.) llamé al 911, al no existir gendarme del orden alguno en ese lugar, describí la situación a la operadora a lo que me comunicó que a la brevedad enviaría un móvil; la cosa es que pasaron los minutos, y la policía no apareció al lugar de los hechos. Llamé por segunda vez, a las 17.12 aprox., me identifiqué como abogado dando mis datos, allí le enteré que el desvanecido volvió en sí, pero los ánimos podían alborotarse de momento a otro. Pero no, la policía no dijo presente.

Las preguntas son muchas, las respuestas no. Las dudas abundan, las certezas cada vez más esquivas. Domina ¿la ley del vicio? o ¿el Estado de Derecho?

El Presidente de la República, José Mujica, en junio de 2012 nos llamó a la reflexión un mes entero, y yo todavía no he podido hallar respuesta ¿Qué nos está pasando?

Dr. Fernando Lúquez Cilintano.