La frutilla es una de las frutas más consumidas en nuestro país por su particular sabor, apariencia y su comprobado valor nutricional. Hasta hace algunos años, la mayoría de los productores especializados vieron comprometido su trabajo porque las variedades del cultivo que llegaban del exterior no se adaptaban al clima de Uruguay. Sin embargo, profesionales del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) lograron revertir esta situación y aumentar la calidad de este producto que hoy llega a cada hogar.

En la actualidad predominan entre 3 o 4 variedades de frutillas producidas en dos principales zonas, ubicadas al sur y al norte del país. Según explicó el director del Programa Nacional de Investigación y Producción Hortícola del INIA, Ing. Agr., MSc., Dr. Gustavo Giménez, el mejoramiento de frutillas comenzó en 1991 con el objetivo de obtener variedades nacionales, ya que hasta ese momento solo se trabajaba con variedades producidos en la Universidad de California, Estados Unidos. Este trabajo ha llevado a que actualmente el 60% del área del país se cultive con cultivares nacionales de INIA que se llaman Guapa, Ágata y Mayte.

La gran diferencia entre el clima árido que caracteriza esa zona norteamericana y el ambiente predominantemente húmedo de Uruguay provocaba serios problemas sanitarios en las plantaciones, que sufrían enfermedades tanto a nivel del fruto como de las hojas y corona de la planta, y en la mayoría de los casos terminaban con la mortandad de los cultivos.

“Cuando traes un material a condiciones diferentes, como las nuestras,  hay mayor incidencia de estas enfermedades, las variedades no se adaptan bien y no resisten. Eso tiene varios impactos. Uno de ellos en el uso excesivo de  agroquímicos porque es necesario aplicar más fungicidas para tratar de solucionar el problema y después hay todo un componente de calidad, en cuanto a las propiedades vinculadas al gusto, el color y los aromas de la fruta”, señaló.

Teniendo en cuenta que las frutillas californianas son atractivas pero carecen de sabor y aroma, el equipo de investigadores de INIA comenzó a trabajar para lograr un producto que atendiera todas las necesidades. Tras años de cruzamientos de variedades y exhaustivos procesos de selección, desde el 2001 se han lanzado al mercado cultivares de frutillas cada vez más resistentes a hongos y plagas que aparecen en los suelos, con mejoras en el sabor y aspecto de los frutos.

Giménez destacó que el instituto trabajó recientemente junto a Facultad de Agronomía en solucionar un problema de incidencia de un complejo de hongos del suelo que provocó la muerte de varios cultivos en el norte del país. La posibilidad de contar con campos de selección por resistencia a enfermedades en las estaciones experimentales de INIA, con suelos infectados con todo tipo de hongos, permitió responder rápidamente a esta problemática y crear una nueva variedad, que se llamará INIA Yrupé y estará disponible el próximo año.

En el sur del país fue notorio el progreso de quienes utilizan los cultivares o materiales mejorados por INIA. Rik Kleister es uno de los productores orgánicos que trabaja en el Taller Agrario, una granja ecológica ubicada en el área rural de Montevideo. Desde que firmaron un convenio con INIA se encargan de la reproducción de plantines de frutilla.

“Son variedades muy requeridas porque son frutillas muy ricas de sabor y muy resistentes que es lo que más buscamos en la producción orgánica ya que hay que curarlas lo menos posible”, apuntó Kleister.

Desde el punto de vista económico, los cultivares obtenidos por el instituto han contribuido también a mejorar la calidad de vida y la estabilidad financiera de quienes se dedican a este rubro. Uno ejemplo de ello es el de José Luis Ferreira, reconocido productor de frutillas de Salto.

“Al principio éramos productores de variedades que venían importadas y después se multiplicaban de forma personal cada uno, hasta que el INIA desarrolló un paquete tecnológico completo con variedades creadas y adaptadas a la zona. En un inicio creímos que era difícil de aplicarlo y luego terminó siendo una necesidad. Eso nos generó una gran ventaja, ya que no solo mejoramos en la parte sanitaria sino que mejoramos en precocidad y nos permitió colocar en el mercado su producción sin superponerse con las cosechas del sur. En definitiva fue el gran cambio”, explicó.