Por Marcelo Márquez. Partió el crucero Greg Mortimer, con sus últimos 22 tripulantes, pero se quedó en el corazón de muchos uruguayos, australianos y de otras nacionalidades.

No exento del dolor de la muerte, de la incertidumbre, la enfermedad, la depresión, y el pánico, pero también con un mensaje de esperanza, de amor y de solidaridad que para aquellos que lo vivieron es una experiencia de vida que nunca olvidarán.

Llegó a las costas uruguayas el 27 de marzo, siendo rechazado por varios, como la culpa, nadie lo quería, como si el hecho de navegar con algunos pasajeros y/o tripulantes con síntomas de Covid-19, constituyese una especie de lepra del siglo XXI y por tanto era necesario aislar, ignorar, y dejarlos a la “suerte” de Dios.

No, son necesarias acciones más humanas, más solidarias, más éticas con el papel profesional.

El gobierno de Luis Lacalle Pou así lo entendió y muchos otros actores públicos y privados.

Uruguay habilitó que pudieran llegar hasta cerca del puerto de Montevideo, y que médicos del país abordaran el barco el 6 de abril para realizar test, por lo cual, 81 personas resultaron positivas al Covid-19.

Luego se trasladó a los más graves al Casmu y al Hospital Británico.

Días después serían 128 los infectados.

El día 10 de abril fueron evacuados y pudieron ser trasladados 112 pasajeros australianos y neozelandeses en avión desde Carrasco hacia Australia, en un trayecto humanitario por las calles de Montevideo, con una muestra solidaria de parte de muchos uruguayos, con saludos y banderas flameando al viento. Y la emoción a flor de piel, con el éxtasis del pasajero que se arrodilló y le dio un beso al suelo de Uruguay como muestra de agradecimiento antes de subirse al avión médico que lo trasladaría hacia Melbourne, y que días después, agradecía junto a su esposa y prometían volver.

Se trataba del australiano Jesz Fleming, quien contó lo sucedido a los colegas de Canal 4 (ver video).

https://bit.ly/2VCtsQH

¡Qué decir del gesto de la médica Cibeles Franchi al saltar para abordar el crucero en altamar!, y en ella el reconocimiento a cada uno de los uruguayos que en cada tarea contribuyó al mejor resultado.

El propio pasajero Steve Timmerman, ya de vuelta a Australia tras el corredor humanitario, le escribió una carta de agradecimiento en la que mencionaba a Cibeles, reveló el diario El País.

“Cuando la increíble doctora subió a bordo ayer, le grité a través de mi máscara que me he enamorado de su país. Ella se arriesgó a caer al mar, a ser aplastada entre los dos barcos mientras se mecían las aguas embravecidas, pero me miró con humanidad sonriente y emocionada mientras subía a nuestro barco” escribió Steve.

Pero también hubo tristeza. Lamentablemente el 17 de abril falleció en el Casmu un ciudadano filipino miembro de la tripulación.

Pero el mismo Casmu fue escenario de un hecho emotivo, al reconocer al doctor colombiano Mauricio Usme, responsable de la sanidad del crucero Greg Mortimer, fue su comprometida profesionalidad.

Posteriormente, se hospedó al resto de los pasajeros en dos hoteles de Montevideo,

La bandera “Gracias Uruguay” desplegada desde el crucero en más de una ocasión, los diferentes videos que circularon en las redes, las cartas dirigidas al canciller Ernesto Talvi, quien jugó un papel muy importante para contribuir a superar esta odisea, los reconocimientos diplomáticos o desde coberturas periodísticas, todo ellos, quedará grabado en la retina, sellado en el corazón, de quienes fueron protagonistas directos y de aquellos que por un monto, se nos infló un poco el pecho, se nos cayó alguna lágrima, por poder ayudar a quien lo necesitaba en una circunstancia tan especial en el mundo, y quienes lo padecían a tantos kilómetros de distancia.

Y finalizamos con un mensaje que compartió el canciller Talvi, a pocas horas después que el Greg Mortimer partió hacia las Islas Canarias: “Magdalena es quinesióloga. El COVID-19 la impulsó a hacer pantuflas. Sus hijas le crearon un Instagram, la demanda se disparó y decidió comprar una máquina. Al enterarse que era uruguaya, el proveedor australiano le descontó 50%. ¿Por qué? Por lo que Uruguay hizo por sus compatriotas” (ver la foto).

La moraleja es clara, la lección de vida siempre se cumple: cuando abres para ayudar al prójimo, esa misma mano queda abierta… para recibir.

Las pantuflas de Magdalena ya no tienen nación, tanto son uruguaya o australiana, y a quien las vista, le darán calor y abrigo, mucho calor y abrigo, dejarán huellas, porque muchas manos, algunas anónimas, contribuyeron a que hoy sean realidad, como también se hizo realidad, el final de este periplo extremo para el Greg Mortimer que podrá surcar miles de kilómetros de mar abierto, pero nunca más se olvidará del Río de la Plata, y de la latitud 34º55’S y longitud 56º14’O en donde se encuentra el puerto de Montevideo.