El tema estuvo en la deliberación de la Comisión de Ganadería, Agricultura y Pesca de la Cámara de Representantes del pasado 12 de septiembre de 2023 y alude a una costumbre esencialmente uruguaya: el mate.

En efecto, el grupo parlamentario se encuentra abocado a una Declaración de interés general y establecimiento de incentivos para la promoción de la plantación de yerba mate.

El ingeniero agrónomo Raúl Nin Revello ilustró con detalle sobre este producto tradicional y la posibilidad de darle un mayor desarrollo en el país.

Compartimos sus conceptos.

El primer yerbal que vi -creo que fue en 1963 o 1964- fue el de la Gruta de los Helechos; allí no solo había helechos disksonia sellowiana -el helecho de tronco-, sino también unos yerbales preciosos.

Seguí llevando a cabo mi actividad en el interior, y recorriendo Cerro Largo descubrí yerbales por todos lados: en Centurión, Sierra de los Ríos, Fraile Muerto y Cañitas; por supuesto, conocía los yerbales de la Quebrada de los Cuervos. Posteriormente, por razones familiares tuve que radicarme en La Paloma, por lo que empecé a recorrer la sierra. Entonces, cuando llegué a la zona de Aiguá pude ver que el único pos grado que tiene hecho Uruguay es el de haberse dormido en los laureles; voy a tratar de ser lo mejor hablado posible, eso es algo que me cuesta mucho. Entonces, desde 1990 hasta ahora estoy trabajando en los yerbales. En la fotografía que traje pueden ver los yerbales en los que estamos trabajando, que están marcados por el señor Eduardo Grondona, que es un perito agrónomo argentino que fue la mano derecha del ingeniero Parodi -una eminencia- y del ingeniero uruguayo Rosengurtt, quien durante muchos años fue catedrático de botánica. El agrónomo Parodi describe el área de dispersión de la yerba mate en 1954, y señala tres zonas, precisamente, ubicadas en Rivera y Tacuarembó. El departamento de Tacuarembó es interesantísimo para los cultivos de yerba mate, porque no solo se cultiva en la Gruta de los Helechos, a 15 kilómetros de la capital del departamento, sino también donde nace el río Queguay, en Tambores. En Sierra de Gauna también hay muy lindos yerbales, los que fueron estudiados en 1899. En realidad, hay una lista muy grande de botánicos que a partir de 1899 y hasta 1936 determinaron distintos tipos de yerba; precisamente, hace poco tiempo se determinó otra variedad, la Ilex Dumosa, que es una yerba que la cultura guaraní antiguamente le llamaba yerba señorita, porque no tenía mateína. En realidad, la cultura guaraní fue la que le puso la manija a toda la yerba mate, ya que era su árbol sagrado. Estamos hablando de una cultura de 2.500 años; además, debe tenerse en cuenta que toda la geografía, la hidrografía -que es de una belleza y una poesía increíble- y la vegetación de Uruguay está denominada en guaraní. Sin embargo, si le preguntamos a cualquier niño de la escuela qué significa Ibirapitá en guaraní no nos lo podrá decir, porque en Uruguay no tenemos la más mínima noción de la cultura guaraní; como dije, se trata de una cultura de 2.500 años. Además, ellos intercambiaron yerba mate no solo con los Mapuche, sino también con todos los pueblos originarios, inclusive, los Inca. Entonces, todo eso me fue despertando una inquietud muy grande, por el valor que estaba teniendo la yerba. Además, en centros de investigación especializados se están investigando las propiedades de la yerba mate para paliar enfermedades graves, como el cáncer. Entonces, creo que nosotros no estamos teniendo en cuenta todo esto. En realidad, la yerba no sirve solo para tomar mate -Hernandarias decía que era un vicio inútil-, sino que también es importante para la alimentación. Por supuesto, para la cultura guaraní, como dije, la yerba mate era muy importante. En realidad, yo estoy observando que no tenemos ningún tipo de inconveniente en cultivarla, en plantarla, ya que es viable; lo único que me preocupa -y enormemente- es que se están perdiendo las áreas de dispersión porque estamos perdiendo el bosque nativo, ya que nunca se plantaron árboles nativos; por el contrario, se ha ido en contra de la vegetación.

De eso se trata mi posición: se pueden usar todos los recursos, pero siempre tratando de mitigar un poco el impacto, para ir considerando el equilibrio necesario en toda actividad humana. Esto siguió y fue en detrimento -voy adelantando porque tengo poco tiempo para hablar- siempre de la vegetación nativa, que afectó a la yerba mate. Reitero, como se ve en el mapa, que hay siete departamentos con ecosistemas yerbales: Rivera y Tacuarembó -la primera mancha-, Treinta y Tres y Cerro Largo -la segunda mancha- y la tercera mancha comprende a Lavalleja, Maldonado y Rocha. Para mí el departamento que tiene más yerba mate es Maldonado y el árbol más grande está en el departamento de Lavalleja, que tiene unos veinte metros de altura y está en la zona de la Lorencita; allí di una charla y los mismos productores de la zona vieron la foto del árbol y dijeron: «Nosotros vivimos toda la vida acá y no sabíamos que teníamos todos estos árboles de yerba». Es muy interesante y preocupante el desconocimiento que tenemos del tema. Todo esto va junto con la degradación que está sufriendo nuestra vegetación. El impacto sobre nuestra vegetación, por supuesto, empezó con el apostadero y el astillero naval, pero después fue la matriz energética que funcionó prácticamente quinientos años. Entonces, no había otra cosa para quemar. Asimismo, cuando se introdujo la ganadería había mucha gente afuera -todavía no se había fundado Montevideo- y ya se estimaba que había veinticuatro millones de cabezas de ganado. Al ganado vacuno le encanta la yerba, le gusta «yerbear» e incluso trata de pasar los cercos eléctricos para comer yerba. Además, no sé al venado de campo, pero al guazubirá le encanta la yerba. Entonces, la única vegetación que se ha ido salvando del deterioro es la que está en los lugares muy rocosos, de menos accesibilidad. No obstante, estamos en condiciones de poder multiplicar la yerba, de reproducirla, y en eso hace muchos años que estamos trabajando. Aclaramos que popularmente nos va muy bien -muy bien-, muy humilde, sin hacer mucha alharaca, porque trabajamos con la gente y haciendo cosas. Tratamos de que la gente vaya aprendiendo, que el tema se vaya popularizando. Perfectamente se podría pensar en una «Ruta de la yerba» para lograr repercusión para el turismo. Además, con 10.000 hectáreas cultivadas ya estaríamos autoabastecidos, por supuesto, conservando el ambiente, pero el ambiente fundamental para la yerba, que lo que más precisa es humedad ambiente, no la humedad en el agua, porque por todos los medios hay que evitar el encharcamiento.

Las 10.000 hectáreas que se precisan para autoabastecimiento en Uruguay ya están ahí, que es de donde yo me nutro de semillas y ya tengo los lugares de contacto. Estamos trabajando y hemos comprobado que en los lugares donde se ha podido sacar el ganado -además son zonas que no compiten con ninguna otra producción; la producción de esa zona siempre es vegetal-, si no se quiere plantar yerba, bueno, que se plante eucalipto, porque es el otro destino que podrían tener esos lugares. Por supuesto, son lugares de ensueño, como lo es todo el Uruguay. Así como el apostadero y astillero naval de Antón de Grajeda fue el inicio del deterioro de nuestra vegetación, la primera mención de yerba mate en la Banda Oriental del Uruguay es en 1785 por Andrés de Oyarvide, que dice bien clarito que vienen de la provincia de Paraguay y de la provincia de Misiones -está hablando del cerro del Avestruz en Treinta y Tres, sobre el arroyo Yerbal- y se llevan en grandes proporciones lo que los españoles llaman yerba mate y los guaraníes caá, en guaraní. Después aclara que tiene que poner la latitud, la longitud, todos los datos, el año, por supuesto, y la hora de todo lo que está haciendo y pasar los informes a la Corona Española. Fue el primero que mandó para el cumplimiento al Tratado de San Ildefonso con la Corona Portuguesa, y ahí ya queda nombrada la existencia de yerba mate en estas latitudes, y cómo la venían a buscar; se puede decir tranquilamente que ya exportábamos yerba mate en esa época: 1785. Esto está en el libro de Los Tratados.

A Hernandarias atraviesa veinticinco corrientes de agua y le llama la atención la cercanía que había del agua de un lugar a otro; todo eso, todo, lo perdimos. Acabamos todos estos problemas con el agua, y yo me veo muy perjudicado por la sequía, por el tema de la yerba mate, porque se ha perdido bastante humedad. Por suerte, ahora estamos trabajando con los productores -somos muy optimistas para tratar de recuperar los humedales y, además, aumentarlos, recuperarlos en lugares que se perdieron, porque fue un error todo lo que se venía haciendo técnicamente. Ahora, con una tecnología traída de Estados Unidos, estamos trabajando auspiciosamente con productores lecheros de Colonia en ese sentido. Estamos muy contentos, pero nos preocupa la yerba mate, porque integra nuestra vegetación nativa, en ecosistemas de quebrada. Hasta ahora el ecosistema de quebrada lo hemos encontrado en siete ecosistemas de distintos departamentos. ¿Cuál es la particularidad? Me costó muchos años darme cuenta, pero por suerte tuve mucha colaboración de pequeños productores; habrán pensado que estaba loco, porque me sentaba a pensar cómo miércoles viene la yerba mate si agarra sol, si no agarraba viento y agarraba mucha humedad, porque ahí demora muchísimo en cultivarse, siete meses, cosa que no pasa con ningún vegetal. Tuve muchos años para hacer germinar la yerba, porque a los cuatro meses yo ya tiraba todo al diablo, y César Vega puede dar fe de eso cuando vemos que no germina la semilla. Después me di cuenta que había que tener paciencia, porque cuando consulté -eso también causó muy mala impresión; cuando llegamos a determinado nivel, con gente de Treinta y Tres- INTA de Misiones, vinieron y se agarraban la cabeza de la sorpresa. «¿Ustedes no plantan la yerba mate?», nos preguntaron. «Peor,» -le digo- «no la conoce nadie».

Hay que ir a los lugares, plantar mucho. Ya hemos plantado en Sierra de las Ánimas con muy buen resultado en varios lugares, en las sierras de Rocha, con muy buen resultado.

Discrepo totalmente con que se haga yerba mate ya, porque tenemos que recuperar el volumen que había. Hay un estudio del ministerio de industria de 1917 -tengo copia-, hecho por don Miguel Quintero. Don Miguel Quintero, al decir de don Atilio Lombardo, fue muy mal botánico, pero muy buen silvicultor. Para que tengan idea, fue quien plantó todos los establecimientos pertenecientes a Alejandro Gallinal en el departamento de Florida, es decir, en El Rincón, en Santa Clara y en San Pedro del Timote. Era muy buen silvicultor; el gobierno de la época -ya había pasado la segunda presidencia de Batlle y Ordóñez en 1916- le manda hacer un borrador -que tengo acá- que lo termina en 1917; en ese borrador él incluso estima unos setecientos árboles de yerba por hectárea en determinados lugares. El borrador me lo trajo un familiar que me dijo: «Esto te puede servir a vos»; esto es oro». Cualquier cosa después lo vemos. Ese trabajo lo presenta al Ministerio de Industria porque no existía el Ministerio de Ganadería y Agricultura -se crea en 1936- ; lo más probable es que el original se haya perdido, pero está ese dato de que ya se estudió. Él estuvo mucho tiempo radicado en la sierra, lo acompañó un señor llamado Brígido Cardoso para hacer todos los estudios y reconocimientos de la sierra. Les digo que turística y socialmente vale la pena; que la yerba se haga artesanal para los verdaderos materos, para quien tiene la costumbre de tomar mate con yerba propia tiene un significado social impresionante y, por supuesto, para el turismo. Sin embargo, es lastimoso que se habla de áreas protegidas y no se protege absolutamente nada porque si vamos ahora está todo cercenado: se cortaron árboles que no tenían que haberse cortado, se fraccionó donde no se tenía que hacer; no sé si hay o no permiso de Ambiente -soy lego totalmente en eso; simplemente trabajo con los vegetales-, pero es una lástima. Por eso aprovecho a venir acá para pegar el grito a tiempo y que la yerba tenga otro rubro de alternativa, otro rubro muy importante económicamente y, además, turísticamente. Desde el punto de vista social, Uruguay es naturaleza pura; tenemos, reitero, las cuatro eras geológicas con unas posibilidades enormes y estamos en nada porque no encasillamos en determinada producción, discrepancia que siempre tuve a nivel familiar, que daba para muchas oportunidades.

Igualmente les reitero que los resultados me están incitando a que siga apuntando incluso a la gente y, sobre todo, a la juventud que está corrigiendo muchos de mis informes y me dicen que esto hay que hacerlo por la yerba, por todo lo que significa la yerba y, además, por toda la onda de la buena alimentación que existe actualmente. Además es una planta nativa, espontánea, y que venían a buscarla. Y bueno, los resultados están. Las señaladas con color blanco que vemos en la lámina son plantaciones que se hicieron internamente que nadie las regó, que nadie las cuidó de la hormiga; ahí la hormiga no llega primero por los sombríos y segundo, por el acceso porque los torrentes son grandes por lo que hay que tratar de evitar que el torrente no agarre a la planta. La planta tiene muchas cosas a favor. Por supuesto es un vegetal terciario muy sensible a los cambios climáticos y, sobre todo, al viento; la sierra y las paredes de las sierras son las que elevan el viento y la planta se puede mantener abajo con todas las condiciones ideales. No sé cómo andamos de tiempo.

El cultivo es espontáneo. En 1917 se estimaron unos setecientos árboles por hectárea en los yerbales de Pacheco. Cabe señalar que Pacheco fue un coronel que le dio nombre a la zona. Como su hermano estaba radicado allí, quedó el nombre de yerbales Pacheco. Corríjanme si me equivoco, pero creo que peleó con Basilio Muñoz en 1897; eso fue lo que pude averiguar en la zona. El primer factor que jorobó el cultivo en el Uruguay fue la segunda guerra mundial, aunque parezca mentira. No ingresaba petróleo al país y todos los bosques del Uruguay se hicieron carbón; además, se cortaban directamente. Nuestro país quedó sin bosque nativo y esto hay que decirlo con todas las letras. Al respecto, hay un trabajo de la Facultad de Ingeniería, del Instituto Sudamericano del Petróleo, hecho en 1940, presidido por el padre de Végh Villegas, el ingeniero Végh Garzón. Además, las dos personas que tenía al lado eran otras eminencias: Walter Gil y el ingeniero Germán Villar, cuyo hijo fue director de Saceem durante muchos años. Ellos integraban el Instituto Sudamericano del Petróleo. En su momento, tuvieron que traer astillas desde Paraguay para solucionar el problema de los gasógenos. A esa época se la llamó «la época de los gasógenos» porque todo funcionaba a astillas. Entonces, se resintió muchísimo la yerba, sobre todo, en la zona de los yerbales. Sin embargo, se ha ido recuperando. Por supuesto, no estamos en contra de nada. Tratamos de mitigar la situación y que dé para todos. Además, son lugares que no están compitiendo con ninguna otra producción. Tengo amigos que tienen cabañas -en estos momentos están en el Prado- y que entienden que por hache o por be se ha ido recuperando la yerba mate, naciendo en lugares donde, por razones profesionales o técnicas de ellos, han tenido que sacar el ganado de esos potreros. Ese es un muy buen dato a tener presente.

Por otra parte, estamos peleando para que sea popular, orgánica y manual.

Hace poco hicimos un programa en televisión -estoy un poco enojado porque le dieron prioridad al Prado y no a mí; no, lo digo en chiste- que va a salir después del Prado. Es difícil llevar las cámaras para filmar en esos lugares porque, así como son de pintorescos, con unas quebradas divinas, con unos pedregales preciosos y con unos baños naturales espectaculares, son muy escabrosos. Todo eso hay que trabajarlo y ese es el lugar ideal de la yerba. La cultura que queremos aplicar en el cultivo de la yerba en general es que sea orgánica, manual y con toda la cultura guaraní. Eso ya se está haciendo. Yo discrepaba con Vega cuando él quería elaborar ya la yerba mate, pero ahora veo que está en una posición correcta. Yo asesoré profesionalmente a José Carlos Cardoso -fue ministro de Cultura y senador- y, como después tenía confianza con él, le dije: «¿Por qué no publican la exposición de motivos del proyecto de ley que presentó Julio C. da Rosa?». Eso está brillante. Es un documento para publicarlo ahora ya que contiene todas las consideraciones necesarias como para que se industrialice la yerba mate en el departamento. Habría que hacerlo para todos los lugares. Se trata de una exposición de motivos brillante, notable. Incluso, se pidió que pasara a la Facultad de Agronomía. Yo nunca lo pude encontrar en la Facultad de Agronomía. Si bien hablé con gente de esa época, no lo pude encontrar. La idea es hacerlo lo más popular posible para que sea algo recreativo turísticamente, lo cual ya se está haciendo con buen resultado. Sin embargo, hay que respetar -porque se está haciendo mal- la cultura guaraní. Esta cultura demoraba dos años en terminar la yerba. Se hacía el sapecado -palabra que en Guaraní quiere decir «abrir los ojos»- e inmediatamente, dentro de las veinticuatro del sapecado, que lo hace un guaraní especializado llamado Urú -que es un tipo de lechuzón, no tanto como Ñakurutú, muy parecido- que es el vigilante que recolectaba la yerba, le hacía el sapecado de unos cuarenta segundos -ahora se sabe bien- en la llama directa para que rompiera los estomas y perdiera el agua. Quiero nombrarles los pasos que hay que hacer. Cuando está el informe de Miguel Quinteros, Candiota, que era un inmigrante italiano, se ve que hacía mal el sapecado. Si se hace mal el sapecado, la yerba queda negra. Dentro de las veinticuatro horas después del sapecado, que es ese flambeado directo en la llama, se empieza el torrado a 1,50 metros para que no queme directamente. Esto se hace con madera de monte blanco, es decir, con la madera de Myrtaceae; repito, a 1,50, y sin humo. Se usaba más que nada el Guanidin; hablando en criollo -están mal puestos los nombres vulgares- se llama Arrayán. Arrayán es una palabra de origen árabe que quiere decir incienso. Guanidin es una madera blanca muy perfumada, sin humo, madera preferida por la cultura guaraní para hacer el torrado durante 12 horas a 80 grados para que no perdiera la mateína. Después encontramos varios calabozos -que en guaraní quiere decir pieza- que es donde se guardaba la yerba durante dos años envuelta en cuero de ciervo para que no tomara humedad y pudiera afirmar las propiedades.

Cultura guaraní

Los tres principios fundamentales de la cultura guaraní para hacer del árbol de yerba mate lo máximo era, en primer lugar, por razones religiosas. En segundo término, por razones depurativas. Tercero, por razones alimenticias. Tomaban mate de madrugada, una sola vez al día. Es decir, a las cuatro o cinco de la mañana, tomaban mate, depuraban.

Hay una variedad más al norte, en la Guyana, que es vomitiva. Pero esta otra era usada como limpieza. Después, sí salían a recorrer los montes. Su cultura era selvática. Llegaba hasta acá. En Artigas, la gente aprontaba el mate directamente desde el árbol. Me imagino, con todo respeto, que se bajarían del caballo a cada rato. Los charrúas la masticaban durante las caminatas. Yo encontré calabozos en el departamento de Lavalleja. Estuve dos años intentando entrar en ese campo porque no me dejaba el paisano. Sabía por medio de Don Atilio Lombardo que el árbol de yerba más grande estaba ahí. Cuando logré entrar, fue muy pintoresco porque nos decía: «Arriba hay una piecita, pero no puede ser un baño». Yo le conté que eso era un calabozo. No quería que yo le tomara fotos, pero desde arriba del caballo pude hacerlo, escondido, y son las que estoy usando. Era muy particular el hombre. Toda esa cultura es la que nosotros pensamos que los artesanos se tendrían que ir acostumbrando a hacerla para obtener un producto. Hasta ahora no he podido probar ninguna. Ya hay gente que la está haciendo. Ya hay árboles que plantamos, sobre todo en la sierra de Rocha, que se están utilizando para hacer yerba mate, pero la verdad que se van a morir de hambre si la siguen fabricando de esa forma porque no está bien. Hay que hacer toda la tecnología de acuerdo a la cultura guaraní, respetando todos los tiempos. Esa es la idea. Además, trabajar mano a mano con la gente.

Yo me dedico a nivel familiar. Hace tres años que estoy sufriendo la seca y la semilla no ha podido cuajar bien; no es de calidad buena porque la saco del monte silvestre.

Tengo los árboles plus. En la lámina vemos el ejemplo de los árboles plus, que es un árbol que conforma más. Tiene 20 metros de altura, con una copa muy grande. Está en el departamento de Lavalleja. Vino el dueño de Taraguí -a quien le dije que no; no sé si se puede dar el nombre-, que es una empresa con dos mil empleados. En el 2017 pensé que ese campo estaba para la venta y que antes que lo plantara un eucaliptero -de acuerdo al razonamiento que hice- por lo menos, que lo plantara un yerbatero, que venga a plantar yerba acá. Cuando vamos de noche, retornando a La Paloma -que es donde yo vivo- me dice que no le interesa comprar el campo. Yo estaba dando los pasos para seguir el negocio, si estaba a la venta. Me dice que me trajo para que yo le clone el árbol. Es decir, ¡venía a robar la información genética! Eso fue el 21 de octubre de 2017. Le dije que no, que yo tenía muchas discrepancias con todo el mundo, ¡pero que eso no lo hacía ni loco! Ahí terminamos enemistados. Él se fue. Yo me quedé sin cobrar. (Hilaridad)

Y en cuanto a la otra pregunta, digo que ya Carriére -en Uruguay hubo una publicación en 1969 que se llamaba Enciclopedia Uruguaya-, hace una referencia a lo guaraní. José Pedro Carriére -que, incluso, fue uno de los encargados de la expulsión de los jesuitas del Río de la Plata- escribe: Ya no es necesario que los guaraníes vayan a las siete capitales de la Banda Oriental del Uruguay a buscar la yerba demoraban dos años. No podían catequizarlos, cristianizarlos. Eran lo que después se llamó guaraníes tape- porque ya les enseñamos a cultivar la yerba mate. Hablamos de 1770, después de la expulsión. Comento todo esto para contestar que en esa época se comenzó a plantar, en Villa Soriano, que era la reducción de Santo Domingo de Soriano. Incluso, ya ahí Bonpland encuentra yerba mate en nuestro país. Además, a la vegetación nativa le dieron de punta durante quinientos años en el Uruguay, sin haber plantado un árbol. Me hace gracia cuando encuentran un árbol y dicen: «Quién sabe cuántos árboles de esos había». Todo marchaba a carbón. Toda la cal. Hay una anécdota muy linda de Pérez Castellano; la Facultad de Agronomía debería llamarse Pérez Castellano, quien escribió en Uruguay el primer libro de agronomía a pedido de la Junta de Canelones. Se llamó Observaciones de Agricultura, obra brillante, brillante, brillante; flor de trabajo. Terminó en 1813. Reitero es el primer libro de agronomía y creo que el primer libro de Uruguay. Como dije en broma pero en serio también, el defecto que tenía es que era cura. Una vez en una charla se rieron cuando yo dije: «Es una lástima que sea cura porque guardaba el celibato; tenía que haber dejado descendientes para ver si había más Pérez Castellanos». Y ahí les pareció muy gracioso. Hay muchas cosas interesantes en la historia, que no seguimos. Lo de Carriére también está publicado en la Enciclopedia Uruguaya. Estaba la vaquería del mar y ya no es necesario que venga acá. A raíz de eso se instala en la aduana, en el Paraná, a la altura de Santa Fe, para cobrar tributo porque todo el mundo subestima la yerba mate. Y la yerba mate y el cuero son los que movieron acá. Uno se pregunta por qué los portugueses querían venir a Colonia si tenían la mitad de América del Sur. Porque ahí estaba el movimiento marítimo. Porque ellos tenían problemas para sacar la yerba al mar, porque el centro de origen de la yerba mate estaba en Curitiba. Lo verán marcado en el mapa. Por tanto, lógicamente, tienen que atravesar todo el plan alto. Esta zona les facilitaba todo. Todo eso hay que explicárselo. Artigas se refugia en el Paraguay cuando Rodríguez de Francia le da asilo que, para mí, no fue un dictador, para nada, sino que defendió a muerte la cultura guaraní. El pueblo guaraní vivía de la yerba mate; la prueba está en que Bonpland después reconoce, y con lo que le pagó el gobierno de Francia, compró 120.000 hectáreas en Misiones. Hoy hay un pueblo que lleva su nombre. Lo bueno de Bonpland es que se quedó, ¡se quedó! Hombre sabio. Tenía un nombre guaraní, Karai Arandu, que significaba hombre sabio. Rodríguez de Francia lo llevó para que le curara la psoriasis. Formó una granja modelo en Paraguay, defendiendo la yerba mate a muerte.

Hay que imitar a la naturaleza. Como primera medida, hay que levantar el monte. El monte que tenemos es residual, es decir, de origen tallar. Ya el monte frutal se perdió en 1940 por la segunda guerra mundial. Dieciséis uruguayos murieron. El segundo barco que hundía, en este caso, Mussolini por ir a buscar carbón de piedra a Estados Unidos, a Nueva York. Llevaban muchos productos nuestros, entre ellos, carne, tasajo, charque, granos y los hundieron. Se perdieron dieciséis vidas. Entonces, había que sacarlos de acá. Se utilizó todo el monte para eso. Ahora tenemos que manejar el renuevo de ese monte, y en ese renuevo plantamos esta zona que vemos en el mapa. No se perdió un árbol. Esta zona la limpiamos y con paciencia fuimos dejando tres por cepa. El círculo donde estaban las cepas tenía muchos árboles. Se hace manejo silvicultural. Esto se hace mucho con los cultivos exóticos. Se va dejando la superficie adecuada por hectárea.

La idea nuestra es que entren mil árboles de yerba por hectárea.

Lo que nos está dando buen resultado a los cinco años es la plantación de dos por cuatro, es decir, poco más de mil árboles; dos en la hilera y cuatro entre línea para poder manejarlo manual. A los cinco años tenemos resultados y ya se puede cosechar. El árbol dura toda la vida; no se seca. Mi problema -y aprovecho a decir por qué tengo esta posición de que todavía no se elabore yerba- es para crear el material vegetal necesario porque el árbol que se poda para elaborar yerba después no fructifica porque toda la fuerza la usa en reponer el follaje, ya que el árbol queda pelado. Esa es la razón por la cual todavía tenemos que crear el volumen necesario para cosechar yerba. A los cinco años se puede estimar entre 8 y 10 kilos de follaje para elaborar por árbol. Eso es lo que vamos viendo. Por supuesto seguimos plantando. Este año no nos alcanzó; quedamos con un déficit más o menos de 1.000 plantas, pero vendimos 3.500, que es la capacidad de nuestro vivero. Este año estamos mejor armados. Vamos a ver cuál es el poder germinativo. Reitero: demora siete meses en germinar, es decir, doscientos veinte días. Esto fue una sorpresa. Consultamos a los argentinos, a los de INTA en Misiones, que se portaron como unos caballeros, y nos dijeron que a ellos les demora ciento veinte días. Eso es por la latitud. Son unos cuantos kilómetros; la latitud va cambiando cada 200 kilómetros. Eso nos perjudica porque precisamos más tiempo para tener el mismo resultado que ellos. Hay que tener mucho cuidado en las condiciones ambientales del monte, pero soy muy optimista. Hay mucha gente que está cosechando yerba, pero mal. Yo no estoy de acuerdo, porque es intomable la yerba que se está produciendo, pero la práctica es la que todo lo enseña y a golpes se aprende. Yo no lo haría, pero hay gente que lo está haciendo.

Resumiendo, hay que tener mucha paciencia para cultivar la yerba mate, como la tenían los guaraníes.

Hay que estar prácticamente veinticuatro horas al lado del fuego, para que no se pase y no se torre de más. Lo de ellos era todo empírico; no tenían escrituras.

Reitero: era todo empírico, hasta los 80° de temperatura máxima durante doce horas. Después venía el sapecado. Ellos no tenían cultura de plantación. La cultura guaraní era extractiva. Después los jesuitas fueron plantando. Nosotros tenemos que tener esa cultura; esa cultura es la que nos va a llevar a doscientos veinte días hasta germinar, después a replicar la planta y llevarla a la plantación definitiva. Por supuesto hay que parar todo el viento y cuidar la media sombra. Eso se está haciendo sin ningún problema. Tenemos mucho material y lugares para seguir produciendo. Yo estoy en permanente contacto con los otros plantadores. Nos damos una mano e intercambiamos experiencias. Este año es muy probable que se empiece a plantar en un cerro que consiguieron un grupo de muchachos por la Quebrada de los Cuervos. Estuve en el lugar y es ideal. Ya hay yerba mate ahí; ya se estuvo plantando y se va a seguir plantando. Nosotros haremos lo mismo en Aiguá. ¡Otra que optimista! Estoy muy contento.

Ojo al gol. Yo ya hice yerba con el método guaraní a nivel familiar y quedó espectacular. Falta volumen. Por eso no lo promuevo porque hasta que no tenga volumen no lo puedo hacer.

Fuente Imagen: Jardín Botánico de Montevideo.