La investigadora María Noel Míguez presentó el lunes 23 de agosto en la Universidad de Buenos Aires, su tesis de doctorado en Ciencias Sociales “La sujeción de los ‘cuerpos dóciles’. Medicación abusiva con psicofármaco en la niñez uruguaya”. Entre octubre y diciembre de 2009, Miguez visitó tres Escuelas de Contexto Socio-Cultural Crítico (ECSCC), y tres colegios privados de varios puntos del país. Además investigó una ECSCC y un colegio en los departamentos de Artigas, Cerro Largo, Durazno y Maldonado.

“A nivel mundial del 5 al 7% los niños consumen psicofármacos. Acá las cifras rondan el 30%, ponele que no fuera el 30%, que fue el 15%, es un disparate igual”, explicó la experta.

El nivel de consumo de psicofármaco en la infancia no tiene ningún tipo de cuantificación por parte del Ministerio de Salud Pública, según indicó Gustavo Giachetto, director del Programa de Atención a la Niñez.

Miguez indicó que “la cifra del 30% surge de las escuelas y colegios de muestreo. En ANEP – Administración Nacional de Educación Pública – la medicación en contexto crítico ahora pasa entre en un 15 y un 20%, pero hay una mayor derivación en los últimos cinco años a la educación especial, en la que hay un 80% de los niños medicados y ahí vuelven a dispararse los números”. Además destacó que a “todos” los niños medicados “se les pone el rótulo de déficit atencional. Eso es lo raro, no puede haber un 30% de la niñez uruguaya con déficit atencional”. Explica que el “déficit atencional es una patología que esta en el DSM – IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, de la academia de psiquiatría norteamericana), que se trata con medicación específica, y otra cosa son los problemas conductuales que hacen a un orden social simbólico y del deber ser en esta sociedad”. Con estos resultados, la investigadora se pregunta “¿en dónde empieza a diferenciarse lo que es salud de enfermedad?”.

Míguez afirma que se medica “sin distinción de espacio social”, ya que se actúa de esta manera tanto con niños que concurren a las escuelas de contexto crítico, como con los que estudian en los colegios más prestigiosos. “En escuelas de contexto sociocultural crítico empiezan a ser medicados cada vez desde más pequeños, cada vez con dosis más fuertes y además empieza la reducción horaria, se la hace el pase a escuela especial y termina siendo un niño o niña con problemas de conducta – por cuestiones contextuales – en una institución especial en una situación de discapacidad, sin tener una deficiencia”, explicó la especialista.

A partir de los datos recabados en las farmacias de los centros de salud públicos y privados, la investigadora distinguió que el “metilfenidato está más que nada direccionado hacia el contexto privado, para esos gurises que van a llegar a ser productivos, porque es una droga menos dañina, se va a más fácil del cuerpo. Mientras que lo que se está dando en el contexto sociocultural crítico, que es la risperidona, es un antipsicótico”. Agregó que “hay niños que desde la guardería o los CAIF (Centros de Atención a la Infancia y la Familia) están consumiendo psicofármacos fuertes: risperidona, valproato (anticonvulsivo), clonazepam (ansiolítico y anticonvulsivo) y sertralina (antidepresivo).

En cuanto a las familias de ambos contextos, Míguez señaló que las diferencias radican en el cuestionamiento de por qué su hijo esta siendo medicado. “En lo privado las familias cuestionan el porqué, pero también son muy propensos a que si el psiquiatra lo dice, así tiene que ser porque va a ser productivo y va a funcionar”. Por otro lado, en las “familias de contexto crítico tienen un desconocimiento enorme”, y cuenta que le “impresionó” que una de las escuelas críticas y la policlínica que está ubicada en la periferia de Montevideo, donde hay una “relación directa” entre la dirección y el equipo de salud mental “la familia no existe”.

Otra de las conclusiones que rescata la investigadora es la poca objetividad científica con la que se medica un niño. “Cuánto puede haber de objetividad científica en diagnósticos clínicos que se hacen a partir de una carta de una maestra diciendo que el niño se porta mal, que no atiende, no se concentra y en todo caso con suerte se le pregunta a la familia cómo se porta el niño en casa, y lo ve dos o tres minutos al chiquilín”, argumentó.

Miguez concluye explicando que “la niñez está siendo vulnerada porque además los procesos identitarios de esos gurises que se están siendo medicados también tiene un reflejo en los que no lo están, y ven que sus compañeros de aula están medicados y empiezan a naturalizar conductas tales como que el que está sentado al lado se durmió y se va a dormir a la colchoneta”.

(la diaria, Amanda Muñoz, pág. 12 y 13; 24/08/2010) y Voz y Vos El Abrojo.