«Dependencia Maldita», nos comparte en su relato Luis Alzamendi. Sociedad Uruguaya desea que sea de su agrado.

Muchos lo hacían, ¿por qué ella no lo iba hacer? La etapa más frecuente para hacerlo era en la adolescencia, fue entonces en el liceo donde el primer cigarrillo llegó a su boca. Había una influencia entre ellos que los llevaba a esto, una de ellas era la de demostrar una cierta independencia marcando el límite de la niñez, y otra era para no sentirse excluidos del resto del grupo, por no hacerlo, en realidad era casi una imposición.

Los años pasaron y esta práctica se había arraigado a su vida. Cuando llegó el momento de incursionar en el trabajo, nada había cambiado en su vida cotidiana  por el contrario, era tal el deseo incontrolable que tenía , que a pesar que corría el riesgo de perder el trabajo, se escapaba al baño en horas de trabajo, para saciar sus ansias de fumar.

Pasaban los años y todo continuaba igual. Dentro de la casa no se la veía con un cigarrillo en la boca, pero cuando estaba en el baño, allí si daba rienda suelta a sus ansias, quedando el lugar repleto de un humo que podía ser respirado por un niño o adulto que no fumaba.

El tiempo continuaba su marcha, y la salud de ella comenzó a sufrir un cambio. Comenzó a sentir malestares por lo cual fue llevada a ver al médico. Estando allí y después de unos análisis le encontraron un tumor en un pulmón. Estudios posteriores  mostraron que en su cabeza había también una afección. Una enfermera comentó –sus pulmones están estropeados por la nicotina-, ella estaba muriendo.

“No conoce su valor el hombre”; “Cerrados están sus ojos para no ver y su corazón para no entender”.

Luis Alzamendi. luisalzamendi@gmail.com