Compartimos el relato de Luis Alzamendi que lleva como título “Fuente de Alegría Equivocada”.

Había nacido en un hogar el cual aparentemente le brindaba todo. No tuvo necesidad de usar ropa que otro niño hubiera usado, sus padres le proveían siempre ropa nueva; juguetes tenía de todo tipo. Cuando fue al colegio y luego al liceo y después a la universidad, no necesitó que le prestaran libros porque sus padres se los compraban.

Quiso estudiar música y sus padres le proveyeron del instrumento que quería –por supuesto nuevo-. También tuvo inquietud por aprender canto y lo hizo, teniendo un buen profesor. Parecía como que sus padres eran lo más grande, el nene quería algo y los papás se lo concedía.

Pronto llegó a incursionar en el mundo de la música, tal era esto que comenzó a formar un grupo de música tropical. Después de varios ensayos comenzaron a tocar frente a un público, que aplaudían con entusiasmo sus interpretaciones. Su música gustaba y cada vez su fama era mayor; lo invitaron a grabar sus canciones. Ya su voz era conocida, sus temas también. Disfrutaba de fiestas nocturnas, rodeado de mucha gente y amigos por doquier. Parecía que tocaba el cielo con las manos, que lo había logrado todo, pero no fue así.

Después de los conciertos, del bullicio de la gente, de los tantos elogios de sus amistades, llegaba a su casa y sus sentimientos cambiaban, ya no había tanta algarabía ni había risas. Estaba comenzando a sentir un vacío en su interior, una soledad que lo agobiaba, llegó a sentirse sólo a pesar de la tanta gente que podía rodearlo. Los días pasaban y era siempre la misma cosa, mucha aparente alegría en los recitales pero la misma soledad al final de todo.

La verdadera alegría no viene de las posesiones materiales. Un rey llamado David le dijo a Dios; “en tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre”.

Luis Alzamendi. luisalzamendi@gmail.com