(Intervención de José Carlos Cardoso en el llamado a sala de las Autoridades de la Educación el martes 11 de octubre).

SEÑOR CARDOSO.- Señora Presidenta: seré breve porque es obvio que esta sesión ya está, prácticamente, culminando.

Entiendo que el debate ha sido extenso, rico, y ha tenido aspectos interesantes desde el punto de vista de los aportes.

Además, básicamente ya hay un documento de entendimiento, firmado por los Partidos aquí representados, para trabajar en el futuro sobre algunos acuerdos en materia de educación.

Por mi parte, voy a realizar tres o cuatro precisiones, de manera casi telegráfica.

Ante todo, señalo que se habló poco de los acuerdos del año pasado y de su construcción. En esta Sala somos tres los legisladores que participamos en esa instancia, como representantes de los Partidos, y lo primero que debemos decir es que esos acuerdos recogen menos del 20% de las propuestas presentadas por los diferentes sectores políticos. En el caso del Partido Nacional –tengo aquí los documentos que nuestro Partido elaboró, es decir, la propuesta y lo finalmente alcanzado–, se logró menos del 20% de lo que aspiraba, y lo mismo le ocurrió al Frente Amplio. Recuerdo que uno de los delegados del Frente Amplio en la Comisión de acuerdos, llevaba con él el Programa de la coalición y podría decirse que era el vigilante del Programa, ante la eventualidad de cualquier desvío. En definitiva, acordamos generalidades y tres o cuatro políticas concretas, como, por ejemplo, las Escuelas de Tiempo Completo y los Centros CAIF; desde mi punto de vista –se trata de una opinión personal–, estos últimos constituyen una clave muy importante en los acuerdos en materia de educación –así será para los que vengan y para las próximas discusiones–, porque ahí, ya en el arranque, se encuentra buena parte de los problemas de desigualdad. En fin, los acuerdos recogieron muy poco de lo planteado debido a que todo se desmenuzó demasiado; esa es la verdad. Es mucho lo que quedó en el camino; basta con leer el texto de los acuerdos y compararlos con los documentos partidarios, para advertir que eso fue lo que ocurrió.

Además, tengo la percepción de que las actuales autoridades del Consejo Directivo Central –muy respetables, pues cuentan con antecedentes suficientes para estar donde están, ya sea en representación de los trabajadores, maestros y profesores, o en representación política– administran un sistema antiguo.  Insisto en que el nuestro es un sistema antiguo al que le vamos haciendo algunos ajustes pero es chapa y pintura nada más, porque el vehículo es viejo. Ustedes dirigen la Educación Primaria del país y, tal como está, se fundó a fines del Siglo XIX recogida del modelo francés, pero los franceses abandonaron ese sistema y nosotros no. A su vez, la carrera docente uruguaya también es una copia del modelo francés, que en Francia ya no existe.

Hoy escuchamos en este ámbito algunas expresiones respecto a cómo funciona en Finlandia o en Estados Unidos el sistema educativo. El nuestro era un modelo hecho para su tiempo, para resolver un problema y lo hizo con éxito. La tarea de Varela estaba casi acabada en 1950; el objetivo planteado por aquel modelo educativo fue alcanzado.

Al día de hoy, 2011, hay países de América Latina que no alcanzaron el objetivo vareliano. Guatemala no lo alcanzó; allí la educación todavía no ha llegado a todos los lugares y la educación pública no logra distribuir alimentación ni vacunar a los niños. Estamos hablando de Guatemala en pleno Siglo XXI.

Nosotros seguimos circulando con el mismo auto y lo empezamos a retocar, una y otra vez, pero el modelo ya no responde. Actualmente, la educación en el mundo se administra de otra manera y se ponen en marcha cambios profundos. No soy pesimista pero me temo que será difícil ponernos de acuerdo porque hay que ir por un nuevo modelo educativo. No obstante, el nuestro es un país pequeño, en población y en territorio, donde bien podríamos hacerlo.

En el mundo, el sistema educativo se divide en Norte y Sur, y eso lo sabemos muy bien. ¡Vaya si la izquierda lo sabe! En el Norte se enseña a pensar, mientras que en el Sur se enseña a contar. Nuestro modelo educativo responde a otra lógica, por eso los países del Norte son lo que son; allí se enseña a pensar. ¿Por qué Estados Unidos genera doscientas patentes por año? Acaba de morir una persona que generaba esa cantidad por sí sola. ¿Cuántas generamos nosotros? ¿Cuántas patentes se generan en el Uruguay por año? Ese es el conocimiento, pero, insisto, nosotros seguimos enseñando a contar. Nos preocupan los procesos básicos de alfabetización porque seguimos hablando de que –escuché referirse así al señor Senador Couriel– tenemos que educar para trabajar –repito que en el primer mundo educan para pensar, y ya nos sacaron ventaja–, con un modelo educativo absolutamente antiguo y congelado. Cabe recordar que Varela se fue a Francia a ver el modelo francés en el Siglo XIX, pero ¿qué hacemos nosotros en el Siglo XXI? ¿No miramos ningún modelo exitoso? Veamos el de Singapur, por ejemplo; veamos modelos exitosos hechos de la nada, pero absolutamente modernos.

No sé si lograremos un acuerdo, pero ojalá que lo alcancemos, por supuesto que trabajando y pensando en el modelo nuevo para que nuestras autoridades –las que estén– administren algo nuevo y no manejen un vehículo viejo que no da para más. Reitero que este modelo es antiguo; lo podemos retocar un poco, pero no da para más.

Asimismo, debo decir que vivimos apuntando a Secundaria, pero las fallas también están en Primaria. Lo digo como docente porque tengo tantos antecedentes en educación rural como Teresita Capurro, después de haber trabajado tanto tiempo allí. Nuestra escuela, el modelo vareliano tal cual lo conocimos, no funciona hoy en día porque nuestra sociedad cambió. Aquello de una escuela igual para todos ya no funciona. ¡¿Cómo va a ser igual para todos si desde el arranque somos distintos?! ¡Esta sociedad ha dividido a la gente y pone puntos de partida diferentes! Por eso existen los CAIF. Aquí se han leído estadísticas acerca de cómo aprenden algunos y cómo no lo hacen otros. ¡Por supuesto que unos no aprenden! El león gordo y bien preparado caza en la selva, pero el mal comido no caza nada. Eso les pasa a nuestros niños que provienen de hogares pobres y por eso los CAIF son clave, porque lograrán poner en sintonía a los que arrancan con un déficit y no van a aprender nada cuando lleguen a Primaria; no van a poder contar por mejor maestro que tengan. Aunque el maestro fuera universitario, el gurí de todas formas no aprendería nada porque su problema arranca de más atrás. Los que hemos estado en un aula sabemos que las diferencias de partida no se emparejan; hay que igualarlas en la partida. Por eso la estrategia no consiste en la escuela tal cual la hemos imaginado y la hemos visto. Me parece que estamos ante ese desafío. ¿Lo haremos? No lo sé, porque la escuela pública en el Uruguay es como una vaca sagrada que está instalada y el que habla mal de ella es acusado. Si uno pone en duda el modelo vareliano se transforma, automáticamente, en antivareliano. Aclaro que no lo soy; por el contrario, soy un admirador de Varela y quienes me conocen lo saben. Es más, tengo en mi oficina un cuadro de Varela porque admiro lo que hizo en su tiempo. Fue un hombre que hizo lo justo en el momento justo. Nosotros no estamos haciendo lo justo en el momento adecuado. En realidad, estamos errando el momento histórico y la solución porque no nos animamos a hacer un cambio relevante.

Ojalá esto sea posible siempre y cuando, antes que nada, pensemos que la educación que viene es para pensar, ya no más para contar. El Norte quiere que sigamos educando para contar, solo para el trabajo, y nosotros tenemos que educar para pensar porque eso nos va a ayudar en el desarrollo.