Compartimos la columna de opinión y análisis del ex legislador Washington “Turko” Abdala en referencia a la postulación como precandidato presidencial nacionalista Luis Lacalle Pou.

“No era inevitable que Luis Lacalle Pou tuviera que ser pre- candidato presidencial en su partido. Sin embargo, tomó volumen, tiene un discurso diferente al general del sistema político y se constituyó en el actor central de la renovación del sistema político uruguayo. No voy a analizar las causas por las que llega a esa postura, los que me conocen saben que se las comenté hace mucho tiempo. Y el Facebook que todo lo registra lo tiene en alguno de los tantos debates que abordo a diario con centenares de personas y con los miles de amigos (y foráneos) que navegan en mi mundo.

Lacalle Pou asegura una elección interna mortal en el partido nacional, donde los amigos de Larrañaga saben que ahora todo se complica. Se les acabó el monopolio. La novedad, la frescura, el discurso sin compromiso en el cotidiano y todos los focos correrán –por un tiempitom es cierto- hacia el precandidato más joven del sistema político. Luego, él tendrá que ir demostrando su capacidad. Pero ahora todo son cañitas voladoras.

Lacalle Pou respira política, la vive con pasión, le encanta más que la coca cola y ha manejado con acierto su relación con el veterano líder herrerista, su padre. Siempre me causó impresión el estilo propio que Lacalle Pou tiene, algo renegado cuando lo aprietan, riéndose de si mismo mucho y siendo él mismo antes que el hijo de quien es. Al principio me parecía una pose, pero luego, la vida, los tiempos, conociéndolo, capté que era una señal de sobrevivencia e identidad que asumía de manera sincera para no perderse en la maraña de los amigos de papá. Es que los grandes líderes entierran a sus hijos en vida sin quererlo, los ahogan en su exponencial capa de acciones cotidianas y construyen seres con baja autoestima. Sobran ejemplos en el mundo y acá. Lacalle Pou rompió esa lógica. No debió ser sencillo ese periplo que tuvo las ventajas de ser quien es, y los problemas de haber sido siempre en primer lugar el hijo de quien es.

Luis, además, tiene cosas propias, lindas, originales. Sus proyectos de ley no son los de un chico bien de Carrasco, católico y conservador. (Yo cuando tenía prejuicios lo miraba así). Si se mira con atención su accionar se encuentra un tipo sensible, abierto a la modernidad científica (fertilización), tolerante con lo posmoderno (la maruja) y militante de lo humanista (temas de seguridad). Y toma riesgos, eso, no es menor en un país medio quietón. Se podrá compartir o no todas sus miradas, pero no son las visiones de un nenito bien que banca el discurso cómodo de la derecha.

No me olvidaré jamás en un viaje a Tokio que hicimos juntos, en una reunión en la que estábamos tratando se hacer el laburo para el país con legisladores de ese país, vendiendo al Uruguay, bla, bla, procurando empujar las causas criollas, como en medio de una reunión les zampó el discurso de ¨defensa de las ballenas¨ a los viejos legisladores japoneses y los criticó pegándoles en los dientes sin contemplación. Al principio no lo capté, pensé que alucinaba, pero luego, fiel a mi forma de ser también frontal, pensé: bah, yo pienso lo mismo y no me animé a decirlo, menos mal que este petiso los cargó así. La gocé de manera infinita. El cuento tiene otras derivadas que no vienen al caso. Les cuento la anécdota, menor quizás, para que capten algo de lo que es este novel personaje del sistema político. No anda bobeando, eso lo aseguro y piensa con su propia cabeza. Va a hacer ruido en serio. Atenti.

Los blancos se las ingenian, por pasión, por inercia, por inteligencia, por lo que sea para tener una elección interna de rompe y raja. Capaz sobrevive algún gaucho en la pre presidencial, pero la pelea es Lacalle Pou-Larrañaga, el resto es puro cuento. Y que no se ofenda nadie porque yo aprecio mucho a Sergio Abreu pero digo lo que percibo. No lo ve el que no lo quiere ver y lo digo yo que soy un humanista-posmoderno con tonos batllistas que no podré negar jamás.

Lacalle Pou, además de ser la renovación del sistema político (sería candidato con 40 años) le pone al partido colorado un jaqueo en su recuperación. Lo complica sea cual sea el resultado. Bordaberry no lo expresará públicamente pero va a vivir horas inquietas porque la fiesta se armó en el partido nacional, con luces, bebida y mucho agite. Las cámaras van para allí. Los colorados ya saben quien es su candidato presidencial desde hace tres años y la elección interna colorada es un embole tan aburrido como ver la vida del tiburón en National Geographic. Todos saben de memoria como termina todo. Ese es un pecado que tienen desde que el formato partidario consagró una hegemonía como la presente y donde los retadores batllistas no llegan a sonar un clarinete que distraiga la atención de nadie. Pecado de las mayorías, por no entender la dinámica competitiva de la política que es algo que atrae al ciudadano, y pecado de los retadores, por no ser originales y tomar riesgos enormes en la creación de algo superador de lo reducido de sus espacios.

Lacalle Pou, además, aporta otra paradoja con su presencia pre-presidencial, le pone a Vázquez la cocarda de ¨abuelo¨ de manera definitiva. Los tontos creen que es una elección en la que Tabaré lo entierra a Luis por paliza (en el caso que Lacalle Pou sea el candidato nacionalista). Me temo que cuando la asimetría generacional entre los candidatos es tan grosera, las reglas de juego se arman nuevamente y nada es demasiado previsible. Si, ya se que más de uno se me reirá en la cara, pero es que no ven lo que yo estoy viendo al final del camino.

Si, es cierto, prima facie, Vázquez la tiene en coche pero el Uruguay se empieza a animar a una renovación de los partidos históricos que no se advertía con tanta intensidad hasta la irrupción de Lacalle Pou. El país en algún momento irá por gente joven, sea Lacalle Pou u otros, por mujeres, por lo distinto. Vázquez es tan tradicional como el más tradicional de los candidatos históricos de los partidos históricos. Se parece al estilo de los presidentes de los partidos tradicionales. Lo sabemos todos. Y es cierto también que tiene una espalda enorme, pero no todo es fiesta en el país… siempre, siempre. El menor problema y la elección se tornará hiper competitiva entre los dos bloques.

¡Ah! una más, hagamos estos números. Los colorados están en el promedio del 17%. Pongamos que avanzan y llegan al 20, 21%. Discutible pero no pasa nada, juguemos con esa hipótesis. Pongamos ese número. El 28%, 29%, 30 %, restante es nacionalista. ¿Es seguro que Lacalle Pou no supera el 15% por ciento nacional? Humm, Larrañaga no la tiene sencilla, es medio obvio esto. Y el partido nacional tendrá un efecto catch all gigante con la única elección interna partidaria de rompe y raja. Lo que se coopta en esta corrida que los blancos empezarán a corretear luego no se lo larga.

O sea, los blancos van a dar vuelta el país socializando en lo político hasta los girasoles. El gobierno está jugado a una gestión digna, encarnada por Tabaré en su épico retorno y los colorados la remarán con un Pedro que supo jugar la carta de la seguridad de manera astuta. Es lo que hay valor.

Eso es lo que se viene. Después dicen que no pasa nada en el sistema político uruguayo. Mirá vós”.

Fuente Imagen: letras-uruguay.espaciolatino.com