por Francisco Connio.

Buscó la gloria detrás de una pelota pero dice que la encontró detrás de un púlpito

El flaco Ravera se hizo conocido jugando al futbol en Montevideo Wanderers, donde hizo las juveniles porque quiso darle el gusto al viejo, pero en realidad quería ser modelo, al punto que cuando estaba despuntando en Primera, y comenzaba a meter los primeros goles paralelamente tenía una agencia de modelos. El Flaco incluso terminaba los entrenamientos y de traje y cartera salía a su otra actividad ante las bromas de sus compañeros.

Después las obligaciones de una y otra profesión iban por diferentes caminos, por lo que de a poco y a medida que las exigencias profesionales fueron creciendo fue desprendiéndose de esa otra pasión para dedicarse pura y exclusivamente al fútbol.

Los goles que hizo en Montevideo Wanderers fueron despertando el interés de varios clubes en el fútbol uruguayo, entre ellos y especialmente Nacional, porque el “Flaco” tenía una extraña virtud: siempre hacerle goles a Peñarol.

Por eso nada fue extraño cuando los dirigentes tricolores apuraron las gestiones y “el Flaco” se vio jugando en uno de los dos grandes de nuestro país dirigido en aquellos años por Miguel Puppo, donde alternó buenas y malas, pero sus goles en ese corto período no frenaron lo que desembocaría después años más tarde en el quinquenio carbonero.

Lo cierto fue que Ravera de alguna forma llegó a Nacional y cumplió. Sin embargo, pese a que hizo muchos goles, dio una vuelta olímpica ganándole a Peñarol con dos goles suyos -como quería la gente-, ganó clásicos y anduvo en buen nivel, no le dieron demasiadas oportunidades.

Así que debió hacer las valijas y recaló en Danubio, pero allí tampoco le fue bien y terminó yendose al Interior, a lares sanduceros para jugar en Paysandú Bella Vista. Pero pasó sin pena ni gloria ya que entre otras cosas estuvo mucho tiempo lesionado.

Pero así como el fútbol le jugaba una mala pasada, la vida le “regalaba” a la persona con la que comparte sus días, Silvia, con la que lleva nueve años de casados, un hijo Natanael y otro en camino.

La partida al exterior

Pero el fútbol le seguía haciendo gambetas, por lo que en el 2002 decidió jugarse una apuesta más difícil: ir a probar suerte al viejo continente. Allí jugó en Todi de Peruggia, un equipo de la serie D de Italia, después jugó en Tolentino y después recaló en Montegiorgio en la provincia de Fermo, a 250 km de Roma. Fútbol de “cabotaje” y sin luces ni marquesinas, pocas fotos en diarios y revistas y casi un desconocido en el fútbol de la bota. Después de varios equipos regionales (jugó hasta los 37 años), se aquerenció a ese país y específicamente en Montegiorgio, lugar donde deciden establecerse con su señora.

Con tantas malas experiencias del fútbol comenzó a mirar hacia otra cosa por lo que no tuvo empacho en pedir un puesto de trabajo en la fábrica del presidente del último club que defendió, lugar en el que trabaja desde hace años, haciendo accesorios para carteras y zapatos para marcas internacionales. Hace ocho horas como cualquier trabajador pero la vida del Flaco cambió radicalmente.

Para matizar y no olvidarse de la pelota, dirigía algunos equipos regionales, tras realizar curso de técnico en Italia.

Muchos años persiguiendo sueños pero la vida le tenía preparado un destino diferente. La gloria que buscaba detrás de una pelota y después dirigiendo equipos regionales, la encontró en otro lado, lejos de la cancha pero igualmente cerca de la gente. En una Iglesia Evangélica en Italia.

El regreso a Uruguay

Recientemente vino de visita a Uruguay, a realizar unos trámites y se volvió enseguida a Italia. Antes habló con LA REPÚBLICA contándonos de su vida en Italia, de su presente y de un futuro encaminado totalmente al evangelio.

“Es que no es nuevo para mí, quizás sí para los que no me conocían, porque estando en Uruguay iba a la Iglesia Evangélica; además desde muy joven estuve vinculado a Atletas de Cristo. Ya en Italia, concurría a una Iglesia Evangélica en Ancona, pequeña ciudad muy cerca de Montegiorgio, como cualquier otro fiel, donde soy diácono y a veces predico. Y no es que caretee, no, mirá que llevo mucho tiempo concurriendo a una iglesia”.

Ante nuestra sorpresa reflejada en el rostro dice que “es algo muy lindo poder expresarle al otro cuán feliz es uno teniendo a Cristo”.

Va y viene contándonos anécdotas de la Iglesia, de los amigos, de sus cosas, pregunta por algunos conocidos jugadores compañeros de su época.

La idea de Juan obviamente fue dedicarse al fútbol, pero las cosas no rodaron como hubiese querido. Hasta hace algún tiempo pensaba, aunque aún lo piensa, poder cumplir el sueño de dirigir en Uruguay. Pero sabe que la cosa no es fácil. “Realmente quedé sorprendido de Uruguay, de cómo está, además las cosas no están tan bien como para que uno pegue la vuelta. Además uno ahora está bien, estamos establecidos con mi señora. Estamos en el centro norte, en la parte de atrás de la bota. A 450 kilómetros de Milán y a la misma distancia de Nápoles. Es precioso, da al Mar Adriático y está rodeado de montañas. Todo es muy lindo, pero igual te confieso, me siento pleno, feliz pero ¡no hay país como Uruguay!”.

Ravera dice que allá trabajan los dos con su esposa Silvia, tienen a Natanael de tres años y medio, nacido en Italia y ahora viene en camino un segundo hijo. Si bien no hacen plata, “vivimos de una manera que acá en nuestro país es complicada”.

Hoy Ravera vive su vida lejos de su país, pero cerca de los afectos porque hoy la tecnología se lo permite. Vive feliz y reconoce que Cristo le está enseñando el camino permanentemente.

Su vida en Montegiorgio

La localidad de Montegiorgio donde vive Ravera según él mismo nos cuenta “es en la provincia de Fermo en la región de Le Marche en el centro norte de Italia, a 30 km del mar Adriático y la iglesia a la que concurrimos está en la ciudad de Ancona a 80 km de nuestra casa y tiene un puerto precisamente en el Mar Adriático. Pero me hago esos kilómetros sin ningún problema. Vale la pena, te lo aseguro”, sostiene con una sonrisa, demostrando lo feliz que se siente, aun lejos de sus afectos, de sus amigos y de sus costumbres, los que no olvida.

Datos del “Flaco” futbolista

Ravera jugó en Wanderers entre 1993 y 1995, 1996 y parte del 97 jugó en Nacional. Pasó a Danubio en 1998 y en 1999 y 2000 estuvo en Paysandú Bella Vista. En 2001 jugó en Italia en Todi FC de Perugia, Tolentino FC, Montegiorgio de Ascoli, Servigliano. Dirigió equipos regionales, Servigliano y Ancona.

Fuente Contenido e Imagen: www.republica.com.uy