Por SILVIA AYUSO desde Washington para El País de Madrid. www.elpais.com

Hacer cruzar la frontera de forma ilegal a menores sin acompañamiento es muy peligroso y no garantiza, de ningún modo, que el pequeño podrá quedarse en Estados Unidos beneficiado por alguna de las medidas actualmente en vigor o en estudio para regularizar a inmigrantes indocumentados.

Este es el mensaje “urgente” que lanzó este jueves el secretario de Seguridad Nacional, Jeh Johnson, en un intento de contener el creciente flujo de niños indocumentados que están cruzando solos la frontera. El anuncio ha generado muchas dudas con relación a la situación en la que quedan los menores que ya están en el país.

El número de menores interceptados cuando cruzaban solos la frontera entre Estados Unidos y México ha venido creciendo de forma constante los últimos años. Ha sido en los últimos meses cuando el problema se ha desbordado: Mientras que en el año fiscal 2013 (octubre 2012 a septiembre 2013) fueron recogidos 24.493 menores de 18 años que cruzaron sin parientes o custodios la frontera, entre octubre de 2013 y el 31 de mayo de 2014 la cifra casi se duplicó (47.017). Y todavía queda tiempo hasta septiembre, advierten los expertos. Datos oficiales estiman en que el número hasta entonces podría superar los 60.000. Un estudio del Pew Hispanic presentado esta misma semana habla incluso de 90.000 menores indocumentados solos.

Las autoridades fronterizas se han visto desbordadas. El gobierno de Barack Obama lo calificado de “urgente situación humanitaria” y ha ordenado el acondicionamiento de varios centros -como bases militares- en diferentes zonas del país para acoger a los menores, quienes además son sometidos a una revisión médica y vacunados. Además, a comienzos de mes ordenó la creación de un “grupo de coordinación unificado” que organice los esfuerzos de las diferentes agencias y al frente del cual situó a un experto en control de desastres, el administrador de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), Craig Fugate.

Este compareció el jueves ante la prensa junto a Johnson y otros altos responsables de inmigración y seguridad para hacer un esfuerzo de contención más: básicamente, rogar a las familias de los menores en Centroamérica -tres cuartas partes de los niños vienen de Guatemala, Honduras o El Salvador- para que no envíen solos a sus pequeños.

“La migración ilegal no es segura. Los centros (adonde van a parar en un primer momento los inmigrantes detenidos) no son un lugar para un niño. Poner a un niño en manos de organizaciones criminales de tráfico humano no es seguro”, resumió Johnson.

«Ruego encarecidamente que ningún padre someta a un niño a esto», agregó.

Sobre todo porque, recalcó, ninguno de estos miles de menores interceptados podrá beneficiarse ni de la «acción diferida» ordenada por Obama en 2012 -puesto que solo pueden acogerse los que estaban en el país antes de 2007- ni de la vía para la ciudadanía que contempla el -de todas maneras estancado- proyecto de reforma migratoria, ya que la fecha límite para poder calificar a ella es diciembre de 2011.

«Los demás no califican, los que cruzan la frontera hoy no califican», insistieron Johnson y sus colegas una y otra vez.

Además, cualquier niño, aunque acabe siendo puesto bajo custodia de un adulto -algún pariente directo u otro guardián asignado- tendrá que someterse al «proceso migratorio» que suele acabar, en la mayoría de estos casos, en deportación, subrayó el máximo responsable de Seguridad Nacional.

Frente a lo inequívoco de su mensaje para desalentar la llegada de más menores a Estados Unidos, Johnson dejó muchas, quizás demasiadas, dudas sobre lo que puede suceder con los menores que ya han sido interceptados y, especialmente, con los padres o familiares que los reclamen.

¿Qué pasa si el padre o madre del menor interceptado es indocumentado, puede reclamarlo sin temor a ser deportado también? Aunque se lo preguntaron insistentemente varios periodistas, Johnson eludió una respuesta directa y clara y se limitó a reiterar que enviar a pequeños sin acompañamiento a cruzar la frontera de manos de «coyotes» es una muy, muy mala idea.

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